Una nueva encuesta de Gallup publicada en febrero de 2025 muestra que el 9,3% de los adultos estadounidenses se identifican ahora como parte de la comunidad LGBTQ+. Esta es la proporción más alta que Gallup ha medido desde que comenzó a hacer un seguimiento de la orientación sexual y la identidad de género en la población en 2012. Las cifras marcan una notable evolución en la sociedad estadounidense, donde salir del armario como lesbiana, gay, bisexual, transgénero o queer se ha vuelto más común y -para algunos- menos asociado con el estigma social. En 2020, la tasa era del 5,6%, lo que significa que casi el doble de estadounidenses se identifican abiertamente como LGBTQ+ en comparación con hace tan solo cinco años.
Las cifras muestran claramente que estamos en medio de un cambio cultural en el que las cuestiones de identidad y orientación sexual se abordan más abiertamente, en los medios de comunicación, en las familias y en el discurso público. También plantea nuevas cuestiones sobre cómo instituciones como la escuela, la sanidad y el mercado laboral deben adaptarse a una población más diversa.
Entre los datos demográficos, destaca significativamente la Generación Z (nacidos entre 1997 y 2006). Un 23,1% se identifica como LGBTQ+, casi uno de cada cuatro. Esta cifra es significativamente superior a la de los Millennials (nacidos entre 1981 y 1996), que es del 14%. Para la Generación X (nacidos entre 1965 y 1980) es del 5%, mientras que entre los Baby Boomers (2,3%) y el grupo de más edad, la llamada Generación Silenciosa (1,8%), el porcentaje es aún más bajo.
La diferencia apunta a una tendencia clara: cuanto más joven eres, más probable es que te identifiques fuera de la norma heterosexual o cisgénero. Esto puede deberse tanto al cambio de actitudes en la sociedad como a una mayor libertad para experimentar o expresar su identidad. Para muchos jóvenes, el género y la sexualidad no son categorías fijas, sino algo que puede ser fluido y personal.
La psicoterapeuta y sexóloga Maj Tverskov, que trabaja a diario con cuestiones de género e identidad, explica esta evolución de la siguiente manera:
"*Actualmente asistimos a una ruptura de las nociones binarias de género y sexualidad. Los jóvenes tienen acceso a un lenguaje mucho más amplio para describir quiénes son, lo que significa que cada vez más gente se atreve a hablar abiertamente de su identidad, no sólo a los demás, sino también a sí misma."
Al profundizar en cómo se identifica el 9,3% dentro del espectro LGBTQ+, surge una imagen clara: la bisexualidad es la identidad más común. Nada menos que el 5,2% de los adultos encuestados se identifican como bisexuales, lo que corresponde al 56% de todos los que dicen pertenecer al colectivo LGBTQ+.
En comparación, el 2,0% se identifica como gay (hombres que se sienten atraídos por hombres), el 1,4% como lesbiana (mujeres que se sienten atraídas por mujeres) y el 1,3% como transexual. Además, el 0,6% declara otra identidad, como pansexual, asexual o queer.
El hecho de que la bisexualidad ocupe un lugar tan destacado en las estadísticas es un dato importante, sobre todo porque a menudo se pasa por alto a los bisexuales tanto en contextos heteronormativos como homosexuales. Al mismo tiempo, las cifras demuestran que la orientación sexual no es necesariamente una proposición de lo uno o lo otro, sino que a menudo contiene matices y complejidades que la sociedad estadounidense está reconociendo cada vez más.
La encuesta también muestra que las mujeres son más propensas que los hombres a identificarse como LGBTQ+. El 10% de las mujeres respondieron afirmativamente a la pregunta, frente al 6% de los hombres. La proporción de mujeres que se identifican como bisexuales es especialmente alta, lo que los investigadores creen que puede estar relacionado tanto con la aceptación social como con las creencias culturales sobre la sexualidad femenina.
También hay diferencias significativas en función de las opiniones políticas. Entre las personas que se identifican como liberales, la proporción llega al 21%, mientras que sólo el 3% de los conservadores se identifican como LGBTQ+. El desglose partidista también es claro: el 14% de los demócratas dicen ser LGBTQ+, frente a sólo el 3% de los republicanos. Esto demuestra que la identidad no es sólo una cuestión personal, sino que también está influida por las estructuras sociales y políticas.
La geografía también entra en juego. En las zonas urbanas, el 11% se identifica como LGBTQ+, en los suburbios el 10%, mientras que en las zonas rurales es sólo el 7%. Esto confirma una tendencia bien conocida en Estados Unidos, donde las ciudades y los entornos urbanos son más propensos a servir de santuarios para la diversidad de género y sexualidad. En las zonas rurales, las normas sociales y los valores conservadores pueden seguir presionando a quienes se salen de la norma.
En un momento en el que los derechos de las personas LGBTQ+ están bajo presión en muchas partes de Estados Unidos -con nuevas leyes de educación de género, prohibiciones a las personas transgénero en el deporte y restricciones en el acceso a tratamientos de reafirmación de género-, las cifras de Gallup se convierten también en testimonio de una guerra cultural. Mientras algunos intentan hacer retroceder los derechos, una nueva generación se levanta y exige ser vista y escuchada en sus propios términos.
La encuesta de Gallup se basa en entrevistas telefónicas realizadas a más de 14.000 adultos estadounidenses durante 2024, lo que la convierte en una de las encuestas más completas y fiables sobre la identificación con el colectivo LGBTQ+ en Estados Unidos. Según el instituto, seguirá las tendencias año tras año para documentar cómo cambian con el tiempo las autopercepciones y expresiones de identidad de la población.
Todo indica que la proporción seguirá aumentando a medida que la Generación Z y las generaciones posteriores envejezcan. La sociedad estadounidense avanza -lenta pero firmemente- hacia una mayor visibilidad y aceptación. Pero no está ocurriendo sin resistencia, por lo que las cifras también pueden leerse como un recordatorio: de la necesidad de escuchar nuevas voces y de que la política de identidad no trata solo de palabras y etiquetas, sino de las personas y sus vidas.
Desde este punto de vista, la oposición de Donald Trump a las iniciativas de DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión) parece especialmente problemática. Sus políticas, que buscan activamente limitar el enfoque en la diversidad y la igualdad en las instituciones públicas y las empresas, corren el riesgo de marginar a los mismos grupos que este estudio muestra que están creciendo y necesitan visibilidad y reconocimiento. Las cifras hablan por sí solas: no es la minoría la que está creciendo demasiado, son los sistemas los que tienen que estar a la altura de la realidad.